EL CABALLO Y EL MENDIGO
Un Califa de Bagdad llamado Al – Mamun poseía un hermoso caballoárabe del que estaba encaprichado el jefe de una tribu, llamado Omah, que le ofreció un gran número decamellos a cambio; pero Al – Mamun no quería desprenderse del animal.
Aquello encolerizó a Omah de tal manera que decidió
hacerse con el caballo fraudulentamente.
Sabiendo que Al- Mamun solía pasear con
su caballo por un determinado camino, Omah se tendió junto a dicho
camino disfrazado de mendigo y simulando estar muy enfermo. Y como Al –Mamun era un hombre de buenos
sentimientos, al ver al mendigo sintió lastima de él, desmontó y se
ofreció a llevarlo a un hospital.
“Por desgracia”, se lamentó el mendigo, “llevo días
sin comer y no tengo fuerzas para levantarme”.
Entonces, Al – Mamun lo alzó del suelo con mucho
cuidado y lo montó en su caballo, con la idea de montar él a
continuación.
Pero, en cuando el falso mendigo se vio sobre la
silla, salió huyendo al galope, con Al – Mamun corriendo detrás de él
para alcanzarlo y gritándole que se detuviera.
Una vez que Omah se distanció lo suficiente de su
perseguidor, de detuvo y comenzó a hacer caracolear al caballo.
“Está bien, me has robado el caballo”, gritó Al –
Mamun. “¡Ahora sólo tengo una cosa que pedirte!”
“¿De qué se trata?” preguntó Omah también a gritos.
“¡Que no cuentes a nadie cómo te hiciste con el
caballo!”
“¿Y por qué no he de hacerlo?”
“¡Porque quizás un día puede hacer un hombre
realmente enfermo tendido junto al camino y, si la gente se ha enterado
de tu engaño, tal vez pase de largo y no le preste ayuda!”
La compasión es una forma de compartir y participar
de aquellos caídos materiales, personales y espirituales que aquejan a los
demás, con el interés y la decisión de iniciar acciones que les
faciliten y ayuden a superar las condiciones desfavorables.
Autor: Joaquín García L.
ENFADATOR, TERMINADOR DE DISCURSIONES
Autor.. Pedro Pablo Sacristán
ENFADATOR, TERMINADOR DE DISCURSIONES
Enfadator era el nombre del proyecto secreto
destinado a crear la máquina de discusión perfecta, un robot capaz de
vencer cualquier disputa. En su desarrollo se habían utilizado las más
modernas tecnologías, y poseía un sistema único que le permitía aprender
de situaciones anteriores, y de todos los enfados que presenciaba.
Desgraciadamente, Enfadator se perdió y durante
años estuvo desaparecido sin que nadie supiera nada de él, hasta que fue
encontrado por casualidad.
Intrigados por cómo se habrían desarrollado las
habilidades de discusión de Enfadator durante ese tiempo, los
responsables del proyecto prepararon una dura prueba para el robot.
Disfrazado como un maleante, lo llevaron a una oscura taberna, de esas
llenas de delincuentes en las que cada noche se suceden numerosas
broncas y peleas. Y ocultos en una esquina, esperaron a ver sus
reacciones.
No tardó en aparecer un grandullón de aspecto
fierísimo con ganas de pelea, que sin venir a cuento empujó a Enfadator
con malos modos.
¡Qué emocionante! Desde su esquina esperaban ver
cómo el robot hacía picadillo a aquel bruto, pero no ocurrió nada de
eso. Es más, no ocurrió nada, y el bruto comenzó a enfurecerse y a
gritar cada vez más. Enfadator seguía quieto, completamente parado, y
sus inventores pensaron que estaba definitivamente averiado.
Pero entonces, cuando más furioso parecía aquel
tipo enorme, Enfadator comenzó a moverse. Se estiró cuanto pudo,
haciéndose más grande, extendió dos enormes brazos y levantó la cabeza
para mirar al provocador. Sus ojos no eran como el fuego, ni como rayos
láser, ni siquiera tenía la mirada del tigre. Al contrario, Enfadator
parecía... ¡un angelito feliz! y era la viva imagen de la dulzura, el
cariño y la comprensión. Y antes de que el bruto pudiera darse cuenta,
estaba dándole un gran abrazo a aquel tipo con ganas de pelea, mientras
le decía: “tú lo que necesitas es un buen amigo y un poco de cariño,
¿verdad?”
Y probablemente fuera verdad, porque una vez
recuperado de la sorpresa inicial, el grandullón se mostró mucho más
amigable, y estuvo charlando amistosamente con Enfadator durante un buen
rato.
Y así descubrieron cómo resolvía el temible
“Enfadator” todas las discusiones, pues de sus viajes por el mundo había
aprendido que cuanto más enfadada está una persona, mejor le sienta un
poco de cariño.
Autor.. Pedro Pablo Sacristán